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Autoridad y compasión.

  • Foto del escritor: Monjes Trapenses
    Monjes Trapenses
  • 16 sept 2018
  • 1 Min. de lectura

Actualizado: 4 oct 2018


Evangelio según san Lucas (7,1-10):

En aquel tiempo, cuando terminó Jesús de hablar a la gente, entró en Cafarnaún. Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, para rogarle que fuera a curar a su criado. Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: «Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestro pueblo y nos ha construido la sinagoga.» Jesús se fue con ellos.

No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; y a mi criado: "Haz esto", y lo hace.» Al oír esto, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo: «Les digo que ni en Israel he encontrado tanta fe.» Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.


Reflexión:

El centurión está muy claro con respecto a la autoridad de Jesús sobre la enfermedad, y por lo tanto sobre el mal. Pero es necesario acercarse a él con una humildad que va más allá del reconocimiento de una autoridad, sabiendo que no se es digno de recibir bajo su techo la persona que no sólo encarna esa autoridad más allá de cualquier esperanza humana, sino la compasión misma.

P. Plácido Álvarez.

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