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Compasión eterna.

  • Foto del escritor: Monjes Trapenses
    Monjes Trapenses
  • 18 sept 2018
  • 1 Min. de lectura

Actualizado: 4 oct 2018


Evangelio según san Lucas (7,11-17):

En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naím, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: «No llores.» Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: « ¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!» El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.» La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.


Reflexión:

Este milagro de volver a la vida al hijo de la viuda apunta no sólo a la compasión del Señor por esta mujer necesitada sino también a lo que está por venir: su propia resurrección, aunque la resurrección es mucho más que regresar a esta vida, consiste en entrar a la nueva realidad del Reino futuro en el que ya no habrá muerte, por lo tanto una liberación radical.

Este milagro hace que la gente califique a Jesús como profeta; lo era, pero también mucho más que un profeta, y ese poder que se extiende mucho más allá de este incidente y este tiempo debe llenarnos de esperanza.

P. Plácido Álvarez.

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