Esperanza y encuentro.
- Monjes Trapenses
- 21 jul 2020
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Evangelio según San Juan 20,1-2.11-18.
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos. Los discípulos regresaron entonces a su casa.
María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: "Mujer, ¿por qué lloras?". María respondió: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto".
Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?". Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo". Jesús le dijo: "¡María!". Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: "¡Raboní!", es decir "¡Maestro!". Jesús le dijo: "No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: 'Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes'". María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
Meditación:
María espera sin quizás esperar mucho de la situación en la que se encuentra; no ve y está desolada, incluso cuando el Señor se presenta ella no lo ve. La evolución de la fe en la desolación, en el no ver, es algo que todos experimentamos de alguna manera. Pero si en la espera hay alguna esperanza, por escondida que esté, vamos a reconocer su voz cuando nos llame por nuestro nombre.
De la angustia y el encuentro la fe de María sale fortalecida y va a comunicar a los apóstoles el mensaje del Señor, por eso el Papa Francisco la llama la apóstol de los apóstoles. Hay que perseverar, incluso llorando, vale la pena.
P. Plácido Álvarez.
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