Fe, amor, salvación.
- Monjes Trapenses
- 15 sept 2019
- 2 Min. de lectura

Evangelio según San Lucas 7,1-10.
Cuando Jesús terminó de decir todas estas cosas al pueblo, entró en Cafarnaún. Había allí un centurión que tenía un sirviente enfermo, a punto de morir, al que estimaba mucho. Como había oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos para rogarle que viniera a curar a su servidor. Cuando estuvieron cerca de Jesús, le suplicaron con insistencia, diciéndole: "El merece que le hagas este favor, porque ama a nuestra nación y nos ha construido la sinagoga".
Jesús fue con ellos, y cuando ya estaba cerca de la casa, el centurión le mandó decir por unos amigos: Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa; por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque yo -que no soy más que un oficial subalterno, pero tengo soldados a mis órdenes- cuando digo a uno: 'Ve', él va; y a otro: 'Ven', él viene; y cuando digo a mi sirviente: '¡Tienes que hacer esto!', él lo hace". Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguía, dijo: "Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe". Cuando los enviados regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano.
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
Meditación:
La fe supera las barreras nacionales. Este centurión no sólo tiene fe sino que lo mueve la caridad para con su sirviente; a veces es la necesidad la que nos mueve hacia la fe, la que abre la puerta, pero la fe misma es un don, no el producto de la necesidad. El centurión ve en Jesús algo más que un simple rabino y se da cuenta que el Señor tiene el poder para que su sirviente recupera la salud. En nuestras propias vidas las dificultades abren puertas que tenemos que saber utilizar con amor y pedimos la gracia de que así sea.
P. Plácido Álvarez.
Comentários