Humildad y misericordia.
- Monjes Trapenses
- 20 mar 2020
- 2 Min. de lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,9-14):
En aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh, Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”. El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “¡Oh, Dios!, ten compasión de este pecador”. Les digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
Meditación:
El problema del fariseo era su orgullo, no hacía nada malo en su vida, incluso hacía el bien, pero se gloriaba de ello y se sentía superior. El publicano llevaba una vida la margen de la sociedad por su identificación con los opresores del pueblo, pero se reconoce pecador y pide misericordia, hay humildad en él para cambiar su vida.
La soberbia encierra a la persona sobre sí misma y deja poco espacio para una visión distinta y para el cambio necesario. El fariseo no ve realmente al publicano, no sabe qué pasa en él y el cambio que está experimentando, se queda con su propio punto de vista porque cree en sí mismo más que en Dios a quien dice adorar. El Señor nos indica que aprecia más el cambio sincero que el orgullo que desprecia y nos invita a la apertura de espíritu para entender la misericoria de Dios.
P. Plácido Álvarez.
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