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La arbitrariedad de un poder ilimitado.

  • Foto del escritor: Monjes Trapenses
    Monjes Trapenses
  • 7 feb 2019
  • 2 Min. de lectura





Evangelio según San Marcos 6, 14-29.


El rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas partes. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos». Otros afirmaban: «Es Elías». Y otros: «Es un profeta como los antiguos». Pero Herodes, al oír todo esto, decía: «Este hombre es Juan, a quien yo mandé decapitar y que ha resucitado». Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te es lícito tener a la mujer de tu hermano». Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía, porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía, quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.

Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea. La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras y te lo daré». Y le aseguró bajo juramento: «Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino».

Ella fue a preguntar a su madre: « ¿Qué debo pedirle?». «La cabeza de Juan el Bautista», respondió esta. La joven volvió rápidamente a donde estaba el rey y le hizo este pedido: «Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista». El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla. En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan. El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre. Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.


Reflexión:

La arbitrariedad de un poder ilimitado queda en evidencia, también el temor con que vive, así mismo la bajeza de instintos sin control. Ante este panorama tétrico se anuncia la figura de la resurrección que revierte la injusticia, no inmediatamente, pero llegará en la persona de Jesús mismo. Juan Bautista es víctima inocente, el hombre justo, el de la verdad; Jesús también, pero redentor cuya acción alcanza a todos nosotros. En tiempos de desaliento es importante recordar que la justicia y la redención llegarán inexorablemente, que la victoria está en manos de Dios, que es preciso la perseverancia.

P. Plácido Álvarez.

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