Verdad y liberación.
- Monjes Trapenses
- 9 ene 2019
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Evangelio según San Lucas 4,14-22a.
Jesús volvió a Galilea con el poder el Espíritu y su fama se extendió en toda la región. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan. Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura.
Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.
Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír". Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca.
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
Reflexión:
Jesús, movido por el Espíritu, manifiesta cuál es su misión, la que el Padre le ha encomendado, y lo hace en términos del profeta Isaías. La promesa largamente anunciada se hace realidad: la liberación, que toca en primer lugar a los que más la necesitan, oprimidos de diversas maneras. Al manifestarse en estos términos Jesús asume la misión del Mesías esperado.
En la medida en la que nos vemos a nosotros mismos como necesitados de liberación en esa misma medida nuestro espíritu se abre al Salvador y por lo tanto a la obra que él quiere realizar en nosotros. Sentirnos oprimidos es el preámbulo de la salvación, es toma de contacto con la realidad propia y con la del plan de Dios para con nosotros.
No nos salvamos por nuestros propios medios y una aparente perfección es un engaño que nos cierra a Dios –el único perfecto-. No hay que tener miedo, sólo hay que caminar con el Señor hacia la meta querida por el Padre.
P. Plácido Álvarez.
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