Vida en abundancia.
- Monjes Trapenses
- 25 abr 2019
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Evangelio según San Juan 21, 1-14.
Después de esto, Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar». Ellos le respondieron: «Vamos también nosotros». Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: «Muchachos, ¿tienen algo para comer?». Ellos respondieron: «No». Él les dijo: «Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán». Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla.
El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: « ¡Es el Señor!». Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: «Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar». Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió.
Jesús les dijo: «Vengan a comer». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: « ¿Quién eres?», porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.
Meditación:
El Señor provee donde parece que no hay nada, ya había pasado en las bodas de Caná, pero ahora es el Resucitado quien satisface a los discípulos y es un signo de su realidad como Resucitado; la fe y el amor del “discípulo amado” le permite reconocer el signo. El Señor no sólo les regala la pesca abundante sino que también les tiene el desayuno preparado; hay sobreabundancia en todo sentido, en definitiva sobreabundancia de vida que supera la muerte en su persona.
Este mismo Señor está disponible para nosotros y nos llama, aparece en la orilla de nuestra vida y nos plenifica con la fuerza de su resurrección si nos entregamos sin reservas.
P. Plácido Álvarez.
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