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Paz.

  • Foto del escritor: Monjes Trapenses
    Monjes Trapenses
  • 25 dic 2018
  • 2 Min. de lectura

Misa de Navidad, medianoche.


Libro de Isaías 9,1-6.

Carta de San Pablo a Tito 2,11-14.

Evangelio según San Lucas 2,1-14.


En el mundo hay un profundo deseo de felicidad, de ausencia de conflicto y de justa prosperidad; el conjunto de esas tres características es lo que la revelación del Antiguo Testamento llamaba “Shalom”, o sea, paz. Es eso lo que deseamos, verdadera y plena paz. Desde esa perspectiva entendemos mejor la expresión del evangelio: "¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!".

La gloria de Dios y la paz en la humanidad van de la mano. Dar gloria a Dios nos lleva hacia la plenitud para la cual Dios nos ha destinado. La solemnidad de la Navidad nos invita a esa plenitud dando gloria a Dios por el nacimiento de su Hijo, igual a Él en divinidad, quien manifiesta como nadie su gloria.

La humanidad hoy, y en especial los que vivimos en Venezuela, caminamos en tinieblas, pero la luz no está del todo ausente porque la fe no ha desaparecido del todo, aunque está claramente amenazada. Dios está en medio de nosotros, podemos regocijarnos en su presencia; nos regocijamos en la presencia del "Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz". Pero es preciso que perseveremos en el seguimiento de quien se entregó por nosotros, a fin de librarnos de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo elegido y lleno de celo en la práctica del bien.

Nosotros somos pueblo elegido en tanto que pueblo de fe, al igual que Israel. Nuestra elección conlleva una responsabilidad cuyo contenido debe manifestarse en la vida concreta y esto no es fácil en la turbulencia aguda que vive el mundo y en lo que toca a nosotros de cerca. Esperamos una luz, pedimos luz para poder vivir bien, y esa luz no falta aunque el discernimiento de vida sea difícil, o sea, saber qué está bien y qué no en una situación compleja. Jesús nació en una situación muy compleja y conflictiva, y la vivió a través de su vida, y lo llevó a la muerte. Entonces nosotros no debemos desanimarnos porque nos encontramos en una situación confusa y conflictiva.

La Navidad nos llama a dar gloria a Dios por razón de Cristo y a esperar con una actitud positiva y proactiva, no deprimida y de brazos cruzados; nos llama a vivir en una luz que no nos pertenece ni podemos controlar, pero que sin duda se nos regala.

Estamos ante el nacimiento de quien es el perdón de Dios y esperanza, fuente de salvación. Lo fundamental es dejarlo entrar en nuestras vidas.

Lo que celebramos ahora en la Eucaristía es precisamente la entrada de Dios en el mundo como verdadero hombre, y no ya como niño sino como hombre muerto y resucitado que nos da su cuerpo y su sangre para que vivamos por él. Celebramos una presencia que se nos regala constantemente incluso fuera de la Eucaristía si salimos a su encuentro en el día a día, y esto podemos hacerlo de mil maneras. Perseveremos en la búsqueda y en la entrega a la luz de quien nos ha buscado y se nos ha entregado.

P. Plácido Álvarez.

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Monjes Trapenses Ntra. Sra. de los Andes - Venezuela

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