Inmaculada concepción.
2020.
Libro de Génesis 3,9-15.20.
Salmo 98(97),1-4.
Carta de San Pablo a los Efesios 1,3-6.11-12.
Evangelio según San Lucas 1,26-38.
Celebramos hoy el hecho que la Madre de Dios fue concebida sin pecado original. Lo que esto significa tiene consecuencias para nosotros y entender algo de ellas nos ayuda a entender nuestra propia situación.
Podríamos decir que el pecado de Adán y Eva quebró el espejo en que se refleja la imagen de Dios que el ser humano es y por lo tanto la imagen ya no se refleja con nitidez, ha perdido su semejanza.
La imagen de María sí se refleja sin esa ruptura, sin ese quiebre, y en el reflejo está Dios en forma clara; este don no anula su libertad, todo lo contrario, la habilita en forma extraordinaria para la respuesta que ella da desde lo profundo de su corazón. La restauración en María se realiza en virtud de Cristo, porque él adelanta en ella lo que viene a hacer por todos nosotros.
En María se canta un cántico nuevo, ella lo canta y a través de ella la creación entera que anhela la liberación, la restauración que hará brillar la imagen y semejanza de Dios ya realizada en ella. Nosotros en ella hemos sido bendecidos por Cristo con toda clase de bienes espirituales en el cielo y en ella hemos sido elegidos por Dios que la elige a ella.
La elección de María por Dios en la forma de su inmaculada concepción es excepcional, desde luego, pues al ser concebida recibe el don fundamental que Cristo nos otorga con su muerte y resurrección y al cual nosotros accedemos por el bautismo; es una verdad de fe, parte del misterio de nuestra salvación.
El ángel le dice a María "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo" y en la expresión llena de gracia la Iglesia reconoce la verdad de la obra que Dios realiza en ella. Nadie ha estado llena de gracia como ella, nadie – excepto ella - ha nacido sin el “quiebre del espejo” causado por el pecado de Adán y Eva.
Esa plenitud de gracia la hace receptáculo digno y libre del Hijo de Dios que se hace hombre, así ella responde plenamente y nos invita a seguir ese camino que Cristo ha abierto, primeramente en ella y después en sí mismo para nosotros.
Celebramos la Inmaculada porque celebremos la obra de Dios en Cristo que nos alcanza y que se ofrece en la Iglesia y sus sacramentos. María Puerta del Cielo nos invita a hacer el camino hacia Dios, demos gracias y avancemos hacia Aquél que nos ha amado y llamado.
P. Plácido Álvarez.
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