top of page

Corazón humano.

  • Foto del escritor: Monjes Trapenses
    Monjes Trapenses
  • 28 jun 2019
  • 3 Min. de lectura


Sagrado Corazón.


Ex. 34, 11-16.

Romanos 5, 5-11.

Lc. 15, 3-7.


La devoción al Sagrado Corazón tiene una larga historia. En los siglos 12 y 13 se desarrolló con la contribución de varias santas monjas, entre las cuales había cistercienses: Lutgarda, Matilde y Gertrudis Magna. La devoción canaliza dos aspectos: la conciencia de la misericordia de Dios para con nosotros, tal y como se expresa en Jesús, y la dimensión del afecto en la vida espiritual. Es el afecto de Dios para con nosotros y el afecto de nosotros para con Él.

Dios como verdadero hombre en Cristo fue un aspecto importante en la espiritualidad monástica de los siglos 12 y 13 en los padres cistercienses como San Bernardo, y esa verdadera humanidad es la base de la devoción que enfoca sobre el corazón, que elige el verdadero corazón humano de Jesús como objeto para la contemplación del misterio de nuestra salvación.

Todo esto es asumido en la liturgia que celebra esta sede de las emociones, que a menudo asociamos con el amor, en este caso el corazón de Jesús, quien derrama sobre nosotros su amor y su misericordia y precisamente sobre los pecadores; con su amor Dios nos atrae y nos lleva a un cambio hecho posible por su perdón.

No creemos en un Dios abstracto, inalcanzable, sino en uno que se ha hecho ser humano como nosotros y así él nos alcanza. Dios en Cristo, en su corazón humano, se compadece de nosotros y nos ama con un sentimiento que es también humano.

Todo esto se alza frente cualquier rigorismo que hace de la práctica religiosa un modo de defensa ante un Dios que concibe distante y frío, incapaz de compadecerse de la debilidad humana. Podemos recordar un texto de la Carta a los Hebreos aunque no es una de las lecturas de hoy:

Porque no tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades; al contrario él fue sometido a las mismas pruebas que nosotros, a excepción del pecado. Vayamos, entonces, confiadamente al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno[1].

Teniendo en consideración estos aspectos de misericordia y sentimiento humano de Cristo se entiende mejor la insistencia en la imagen del buen pastor tanto en la lectura de Ezequiel como en la de San Lucas, y con la prominencia que San Pablo le da al amor de Dios en la Carta a los Romanos.

La liturgia llama a la conversión fomentando la confianza en el corazón amoroso de Jesús quien se ha sacrificado por nosotros, si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más ahora que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida, nos dice San Pablo; en esto se funda nuestra esperanza y nuestro camino de conversión.

Nunca es nuestro pecado demasiado grande, ni tampoco nunca es tarde en esta vida, como lo ha repetido muchas veces el Papa Francisco. Dios ha salido a nuestro encuentro para recogernos y llevarnos a sí; la conversión consiste en dejarnos encontrar, pero eso supone un cambio de rumbo en nuestras vidas que puede ser difícil y doloroso, pero en la dificultad no debemos olvidar que el Espíritu Santo se nos ha dado para que podamos hacer lo que nos parece imposible.

El Señor sale a nuestro encuentro en la Eucaristía y esto debe llenarnos de una alegría sobrenatural que nos lleva a la conversión y a la perseverancia en el camino del amor de Dios.

P. Plácido Álvarez.

[1] Heb. 4, 15-16,

コメント


コメント機能がオフになっています。

Monjes Trapenses Ntra. Sra. de los Andes - Venezuela

  • Negro Facebook Icono
  • Negro Twitter Icono
  • Icono social Instagram
bottom of page