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El don de la alegría que transforma.

  • Foto del escritor: Monjes Trapenses
    Monjes Trapenses
  • 16 dic 2018
  • 3 Min. de lectura


Domingo de alegría es como la tradición ha llamado al tercero de Adviento y eso se refleja en las lecturas.

Adviento es un tiempo de reflexión y preparación para la Navidad, no es estrictamente un tiempo penitencial como la Cuaresma, sin embargo la reflexión sobre la propia vida puede llevarnos al encuentro de verdades dolorosas en nosotros mismos y de ahí a la tristeza. Este domingo con sus lecturas trata de poner las cosas en una nueva perspectiva, que en definitiva refleja la voluntad de Dios para con nosotros, que es la salvación, motivo de esperanza y alegría.

El profeta Sofonías le anuncia Jerusalén la alegría de la liberación, que históricamente se produjo, pero posteriormente esa libertad nacional se perdió, y el sometimiento a los romanos era la realidad imperante en la época de Jesús, como sabemos. Para mí entonces la clave en el largo plazo, que llega hasta nuestros días, está en la insistencia en que Dios está en medio de nosotros, dice el profeta: El Señor, tu Dios, está en medio de ti. Para nosotros esto no sólo es verdad sino que ha adquirido dimensiones que para el pueblo del Antiguo Testamento eran inimaginables. Dios está en medio de nosotros como Cristo muerto y resucitado. Ya nada es como fue y la novedad se va manifestando en la historia hasta su culminación gloriosa al fin de los tiempos, de ahí surge nuestra esperanza.

El texto de San Pablo a los filipenses es una joya de consolación, y esencial es el llamado a la oración, la súplica y la acción de gracias; es en la realidad creada de esta manera que surge la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar. Esto debe tener un eco muy especial en nuestra vida contemplativa. La oración, la súplica y la acción de gracias transforman nuestra vida en lo personal, en lo comunitario y en lo social; mientras mayor la dificultad mayor la necesidad de mantenernos fieles al llamado que hemos recibido como monjes.

Claro está que en medio de todo esto sentimos la propia fragilidad de la que surge la duda, por eso también es importante lo que San Pablo dice cuando añade que Dios tomará bajo su cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús. Tenemos que referirnos siempre a esta realidad y abandonarnos a ella. Dios nos cuida, Dios nos ampara, por eso tenemos confianza.

El evangelio nos habla de la conversión que detalla para diferentes grupos con la radicalidad típica de Juan el Bautista y él anuncia un cambio radical: el bautismo en el Espíritu Santo y en el fuego que supera el bautismo que él administra. Juan anuncia el fuego de Dios que ilumina al creyente, que lo introduce en la realidad del Mesías y su salvación, pero que también consume la maldad. A veces se nos olvidan los dos aspectos, debemos recordarlos. No sólo queremos huir de la maldad, cosa muy necesaria, sino también entrar en una nueva realidad, en el mundo nuevo que es don del Espíritu Santo.

Hemos recibido el llamado a una profunda transformación que trae alegría, es el llamado que se nos da en Adviento en preparación de la celebración de la Navidad, pero la celebración no es más que un estímulo para la vida en todo momento.

Buscamos la alegría que nos trae un don, el don de una vida nueva con Dios, presente entre nosotros como verdadero hombre; don del Espíritu de Dios, Espíritu de paz y alegría.

P. Plácido Álvarez.

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