El encuentro.

Tercer domingo de Cuaresma.

Libro del Éxodo 17,3-7.

Salmo 95(94),1-2.6-7.8-9.

Carta de San Pablo a los Romanos 5,1-2.5-8.

Evangelio según San Juan 4,5-42.

El agua relaciona las lecturas del Éxodo con la del Evangelio. Pero el texto del Evangelio es complejo, tiene varios temas de importancia. El agua como don de vida eterna, pero también surge el tema de la comida que es la voluntad del Padre y que sostiene al Señor el Mesías, que con su Espíritu sustituye al templo y abre la experiencia de Dios a cualquiera que lo reconozca.

A ese Espíritu alude la Carta a los Romanos que nos habla de la esperanza de la gloria de Dios. Estamos en paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. En nuestra miseria hemos sido salvados por Cristo quien ha derramado sangre por nosotros. La clave en todo esto es el amor que Dios nos tiene. Vivimos en esa esperanza de la gloria y ella, que tiene un elemento de futuro, influye sobre el presente de manera luminosa.

Esto nos debe llevar a vivir en confianza. Peregrinamos por esta vida, la que a veces parece un desierto, pero Dios nos acompaña en la persona de Cristo; el agua de la vida está cerca en la persona de Jesús, él nos da lo que necesitamos.

Jesús nos da también el conocimiento de nosotros mismos. Nos pone delante de situaciones personales que quizás ya conocemos pero no hemos enfrentado, es el caso de la samaritana y al hacerlo la llama a un cambio de vida, ella lo entiende y lo realiza, en primer lugar anunciando a los samaritanos la persona de Jesús. ¿Qué paradójico, no? Una mujer de vida nada santa proclama al Mesías y atrae a sus coterráneos a él. Es el misterio del amor de Dios por nosotros, de cómo nos cambia y de cómo nos llama al testimonio.

Todo esto es fundamental en la búsqueda de Dios que se intensifica en Cuaresma; encuentro con nosotros mismos, encuentro con el Señor, encuentro con la fuente de la vida que está con nosotros día a día y en el sacramento que celebramos.

P. Plácido Álvarez.