El Hijo amado.
- Monjes Trapenses
- 13 ene 2019
- 2 Min. de lectura

Bautismo del Señor.
2.019.
Libro de Isaías 40,1-5.9-11.
Carta de San Pablo a Tito 2,11-14.3,4-7.
Evangelio según San Lucas 3,15-16.21-22.
Estamos a la expectativa, como lo estuvo el pueblo de Israel antes de la manifestación del Mesías, nosotros también esperamos una manifestación, pero ahora en el fuego del Espíritu que precede al Señor en su segunda venida. El cielo volverá a abrirse para la transformación definitiva de la creación.
La gracia de Dios ya se ha manifestado y aguardamos la feliz esperanza de la gloria, y esta espera está impregnada de la misericordia que llega a nosotros por la entrega de Cristo que realiza la nuestra renovación. Vivimos de la misericordia de Dios y Él nos llama a compartirla.
Necesitamos consolar, necesitamos prepara el camino. Estamos en una situación muy difícil en Venezuela y en el mundo, entonces consolar y preparar el camino son tareas esenciales que realizamos en la fe, la esperanza y la caridad.
Pero consolar y preparar el camino suponen la verdad, que lleva consigo realismo y conversión. La ingenuidad, ni con respecto a nosotros mismos ni con respecto a los demás o a nuestros tiempos, ayuda a avanzar la causa de Dios. Allanar caminos es trabajo arduo, tanto en nosotros mismos como en nuestro entorno, requiere un fino discernimiento que sólo podemos realizar con el Espíritu de Dios.
El Señor se entregó por nosotros, es así como abrió camino; de nosotros requiere lo mismo. Desde luego, en todo esto confiamos en su misericordia que nos da lo que necesitamos. El Señor se ha manifestado y puede manifestarse en nuestras vidas cambiándolas.
Hoy celebramos el bautismo del Señor, como escuchamos en el evangelio; él no necesitaba bautizarse, como tampoco necesitaba encarnarse, pero lo hace por nosotros y es la oportunidad para cambiar profundamente nuestra realidad. El Espíritu desciende sobre el hombre Jesús, con quien es uno en la divinidad, para nuestro bien, pero todavía faltaba la consumación de la obra de Dios con la entrega de su Hijo hasta la muerte. Cuando Jesús muere y resucita nos justifica y nos hace herederos de la vida eterna en la esperanza.
Estamos llamados a participar de la vida de Cristo, necesitamos su fe y su amor para entregarnos plenamente, necesitamos aceptar la esperanza que él nos da y que va más allá de las circunstancias del momento, pero que nos ayuda a vivir el momento. La vida no la podemos vivir mirando hacia atrás o hacia adelante sino asumiendo el momento presente en toda su trascendencia, porque Dios se manifiesta aquí y ahora.
P. PLácido Álvarez.
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