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El perdón de Dios.

  • Foto del escritor: Monjes Trapenses
    Monjes Trapenses
  • 28 jul 2019
  • 2 Min. de lectura


Domingo 17.

Génesis 28, 20-32.

Colosenses 2, 12-14.

Lucas 11, 1-13.


La voluntad de Dios es siempre amorosa y misericordiosa, no tenemos en realidad que fastidiarlo como al juez para que nos oiga, pero Jesús nos anima a pedir con plena confianza, incluso cuando parece que no nos escucha. Pedimos como expresión de nuestra fragilidad que reconocemos y de nuestra confianza.

Nos reconocemos criaturas necesitadas y amadas porque Él canceló el acta de condenación que nos era contraria, con todas sus cláusulas, y la hizo desaparecer clavándola en la cruz.

A pesar de esto la lucha contra el pecado continúa y nuestra fragilidad se ve golpeada, por eso pedimos, porque Cristo mismo nos enseña a pedir y como él nos anima a pedir.

El texto del Génesis nos muestra dos cosas: Primero la confianza para pedir, segundo, la importancia de la presencia de las personas fieles a Dios, y nosotros sabemos que en definitiva Dios reduce la cuenta a uno, a su Hijo, que se ofrece en sacrificio por nosotros. Para nosotros es un gran desafío ser por la gracia de Dios esa presencia que salva, que responde por los demás a pesar de la propia fragilidad.

Dios es libre y nosotros también, el amor hace que estas libertades se unan para dar un fruto abundante de salvación. La petición confiada y libre se basa en el amor; esa petición no es una exigencia sino una confidencia.

Podemos preguntarnos qué es lo que estamos pidiendo ¿Cómo cuadra con lo que el Señor nos indica? ¿Cómo damos gloria a Dios, o sea, santificamos su nombre? Supone dar un testimonio de su presencia y su bondad, y por lo tanto proclamarlo santo con nuestras palabras y nuestras obras; obras que dan fe de la bondad del Dios a quien pertenecemos. Cuando decimos venga tu Reino ¿Qué decimos realmente y cómo toca nuestras vidas? Debe suponer una conversión que acoja el don, y la conversión va de la mano con pedir perdón por nuestros pecados a la vez que otorgamos perdón.

Hemos sido sepultados con Cristo y se nos ha hecho revivir con él y esto debe expresarse en esa libertad para vivir en la fragilidad, confiados, dispuestos a dar testimonio del misterio que nos supera y que nos permite perdonar y pedir perdón. Y Dios nos dará el perdón. La forma de ese perdón se cristaliza, o sea hace sacramento, en esta celebración, entonces damos gracias y nos adentramos en la ida con él con toda confianza.

P. Plácido Álvarez.

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