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El último lugar.

  • Foto del escritor: Monjes Trapenses
    Monjes Trapenses
  • 23 sept 2018
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 4 oct 2018

Domingo 25 ordinario.


Lectura del libro de la Sabiduría (2,12.17-20)

Sal 53,3-4.5.6 y 8 Lectura de la carta del apóstol Santiago (3,16–4,3): Evangelio según san Marcos (9,30-37):

La paz es un anhelo esencial del ser humano pero alcanzarla es todo un desafío y el camino está lleno de contradicciones. El Príncipe de la paz[1], Cristo, quien nos da la verdadera paz, tiene que sufrir a manos de los impíos y eso fue un signo de contradicción que los apóstoles tuvieron que asumir, y es un proceso difícil[2], también para nosotros.

La primera lectura nos dice que el justo es víctima de la violencia que surge cuando los impíos sienten la amenaza que sus palabras y su vida representan para ellos, que rechazan a Dios y no pueden tolerar la forma de vida del hombre fiel. Sin embargo, el rechazo es la prueba del sufrimiento que acrisola en la fe y en el amor a quienes buscan a Dios y viven según la realidad de Dios.

Los impíos piensan que la muerte es su victoria, pero no entienden los caminos de Dios; lo que parece fracaso se revelará como todo lo contrario. Esto es difícil de entender y aceptar, pero es lo que la resurrección nos manifiesta.

¿De dónde surge toda esta animosidad y violencia? De la cerrazón sobre nosotros mismos y del deseo de ser como dioses, que es la esencia del pecado original[3] y la base de todo lo demás, cuyas consecuencias nos afectan hasta el día de hoy. Deseamos ser los primeros y como no podemos nos llenamos de envidia y de ira. Buscamos seguridad en el poder y la riqueza, y todo eso trae ausencia de paz y gran infelicidad; esto se ve muy claro en la situación del mundo de hoy, pero también a nivel individual, como dice el apóstol Santiago: ¿De dónde proceden las guerras y las contiendas entre ustedes? ¿No es de sus pasiones, que luchan en sus miembros? Y todo eso por sobrevivir de una forma que se frustra a sí misma. Es necesario reconocer y enfrentar esas pasiones para vivir en paz en la presencia de Dios.

Jesús nos enseña el abandono en manos de Dios como camino de verdadera felicidad, es la confianza de los niños, es lo que las Bienaventuranzas del evangelio nos dicen[4]; ellas nos enseñan la muerte como camino hacia la vida eterna[5]; nos enseñan la entrega sincera por el bien común como lugar de encuentro pacífico con todos. Todo esto se realiza en Cristo mismo por él y con él; él escogió ser el último para construir el lugar de encuentro con Dios; escogió ser el más pequeño para construir un cuerpo del que todos podemos formar parte[6], para reconciliar a todos y recapitular en sí la creación entera[7], liberada ya del pecado y de la muerte[8].

Ese Cristo es el que se nos ofrece aquí y ahora, a quien podemos acoger y con quien podemos conformarnos si lo aceptamos con la sencillez y la confianza de un niño.

P. Plácido Álvarez.

[1] Cf. Is. 9,5.

[2] 1 Cor. 1,23.

[3] Gén. 3,5ss.

[4] Mt. 5, 1-12.

[5] Mc. 8, 35.

[6] Cf. 1 Cor. 12, 12. 27.

[7] Col. 1,20-22.

[8] Cf. Rm. 8,21. 6,20. 8,1.

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