Esperanza en tiempos de tribulación.
- Monjes Trapenses
- 18 nov 2018
- 3 Min. de lectura
Domingo 33.
Daniel 12, 1-3.
Hb. 10, 11-14.18
Mc. 13, 24-32.

18 de noviembre de 2018.
La venida del Hijo del Hombre se dará en tiempo de tribulación; nuestra liberación definitiva, que se enraíza en la liberación del pecado, no se produce en tiempos de paz, pero nosotros testarudamente esperamos que sea en tiempos de paz, y no será así; esta revelación debe animarnos en las dificultades, porque ellas son la puerta de entrada al cielo, o al mundo nuevo si preferimos esa expresión.
El sacrificio de Cristo que la Carta a los Hebreos resalta es la manifestación más clara de que la salvación surge de la tribulación; desde ese sacrificio podemos entender mejor retrospectivamente lo que un apocalipsis como el del profeta Daniel nos dice: hay una lucha y una victoria que incluye la resurrección. La Carta a los Hebreos también nos dice que estamos a la espera, pero una que está llena de sentido.
El tiempo de la venida del Señor nadie lo sabe, pero hay señales que indican cuál es la situación en que Dios se manifiesta y eso es más importante que una fecha específica, dato que el Padre se reserva.
La espera del momento final no debe desviar nuestra atención del presente en el que vamos desarrollando nuestras vidas, a menudo en medio de muchas contradicciones; el tiempo presente que se nos ha dado para buscar Dios y en él se revelan los signos de Dios que necesitamos interpretar.
Estos textos que hablan del fin del mundo y de la manifestación definitiva de Cristo, y que la Iglesia nos presenta al final del año litúrgico, son en definitiva una invitación a recordar el fin de todas las cosas y a vivir el presente buscando la presencia de Dios que nunca nos abandona; los textos nos animan a vivir la tribulación desde la fe porque es en ella donde Dios se manifiesta.
Todo esto puede tener mucho significado para nosotros hoy cuando nuestro país vive situaciones tan difíciles, también el mundo entero; la tendencia es entonces a desanimarse, pero las lecturas nos llaman a la confianza y a la esperanza porque Dios hará valer su Palabra que transforma el presente y que realizará un futuro diferente.
Es verdad que quizás el presente nos reserve mayores dificultades de las que ya experimentamos, el ejemplo de Cristo mismo y el de los mártires nos muestra que puede ser así, y ahí debe intervenir nuestra fe, la que que nos hace mirar más allá del mundo presente y hacia lo definitivo de Dios.
El vida no se resume en sus dificultades sino que ellas son un camino, camino inevitable; que esto se manifieste hoy en las grandes dimensiones de lo social con mayor intensidad, no hace sino aclarar la dinámica básica de la historia de la salvación que nos ha tocado vivir en forma particular, y aquí recuerdo una de las frases de sabiduría que nos regaló el autor católico inglés Tolkien: no escogemos el tiempo en que vivimos, pero sí la manera en que lo vivimos. Y nosotros lo vivimos desde Cristo y con la esperanza de la resurrección.
La Eucaristía es la celebración del triunfo definitivo de Dios en la resurrección de Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, que sufrió la brutalidad que el pecado introdujo en la historia y venció en favor nuestro, a esa victoria nos acogemos.
P. Plácido Álvarez.
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