La esperanza de la transformación.

Primer domingo de Adviento.

2 de diciembre, 2.018

Libro de Jeremías 33,14-16.

Salmo 25(24),4bc-5ab.8-9.10.14.

Primera Carta de San Pablo a los Tesalonicenses 3,12-13.4,1-2.

Evangelio según San Lucas 21,25-28.34-36.

El Adviento que comenzamos a celebrar nos llama, como sabemos, a preparar la venida del Señor, pero no sólo en el sentido de la Navidad, que es el inicio de la manifestación de Dios en la persona de Cristo, sino también la que tendrá lugar con su segunda venida, ya definitiva.

Este lapso entre las dos realidades es un tiempo de transformación que se realiza enfrentando innumerables obstáculos y que no estará completado hasta la intervención final de Dios, porque la salvación viene de Dios no del ser humano; del ser humano se espera fidelidad, como nos dice el salmo.

La dinámica fundamental de la transformación, como dice la carta a los tesalonicenses, es el amor en el que estamos llamados a crecer.

Adviento es un tiempo de espera en el que es importante orar con más intensidad, incesantemente, como nos dice el evangelio que escuchamos. Esperamos al Hijo del hombre venir… lleno de poder y de gloria. Hagamos mayores progresos.

En la Carta a los Tesalonicenses San Pablo ora para que el Señor fortalezca nuestros corazones en la santidad y nos haga irreprochables ante Dios; debemos hacer nuestra esta oración porque la santidad debe ser nuestra aspiración y en ella debe fortalecerse nuestro corazón. Nuestra esperanza está centrada en Dios y en su santidad, que él quiere compartir con nosotros y lo hace en Cristo a quien esperamos.

Que la esperanza del futuro encuentro transforme nuestra vida presente. Que esperemos en el mismo Espíritu que impregnó la vida de María y la llevó a la plenitud de la vida.

P. Plácido Álvarez.