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La responsabilidad ante Dios.

  • Foto del escritor: Monjes Trapenses
    Monjes Trapenses
  • 22 sept 2019
  • 2 Min. de lectura


Domingo 25.


Libro de Amós 8,4-7.

Salmo 113(112),1-2.4-6.7-8.

Primera Carta de San Pablo a Timoteo 2,1-8.

Evangelio según San Lucas 16,1-13.


Hermanos, la parábola que Jesús presenta puede causar sorpresa, y en parte esa es la idea, pero el Señor no alaba la deshonestidad sino la astucia de este hombre deshonesto, astucia que recomienda a nosotros. Se trata de entender qué es bueno para nosotros y renunciar a lo demás para alcanzarlo; es esto lo que el Señor dice en otras parábolas también.

Los bienes de este mundo no son los definitivos y sin embargo hay que utilizarlos y utilizarlos bien para alcanzar lo que deseamos que los trasciende.

El profeta Amós nos plantea una situación que también tiene que ver con las disposiciones que afectan la vida de un pueblo. No pude evitar pensar en Venezuela. Pisotean al indigente para hacer desaparecer a los pobres del país, nos dice Amós, y me vino a la mente las imágenes de miles de venezolanos cruzando las fronteras para huir del desastre. Pisotean y hacen desaparecer, así de simple.

Esto es el resultado de un uso perverso de los dones que Dios nos ha dado, perverso porque ha acabado con ellos, los ha mal administrado y forzado la fuga de tanta gente, pero Dios les tiene un mensaje: El Señor lo ha jurado… Jamás olvidaré ninguna de sus acciones. Dios promete una justicia que no podrá evadirse, esperemos que se entienda esto y pueda haber una rectificación.

Pero independientemente de una posible rectificación nosotros tenemos una tarea que desempeñar, que nos ha sido dada por Dios, especialmente como monjes: la oración por el mundo entero para que podamos disfrutar de paz y de tranquilidad, y llevar una vida piadosa y digna. Nuestro deseo y empeño en nuestra conformación con Cristo debe ser que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.

El amor de Dios nos pide que oremos constantemente y elevemos nuestras manos al cielo con recta intención. Es necesario profundizar en el conocimiento de Cristo y hacernos uno con su designio salvífico para la humanidad entregándonos a nosotros mismos de tal manera que su voluntad se haga en nosotros sin reservas.

Este camino está lleno de dificultades, lo sabemos, pero eso no debe alterar nuestra fidelidad, y en las dificultades debemos desplegar una santa astucia para vencer como hijos de la luz en el día a día, en la dedicación en todo lo pequeño, en definitiva es lo que San Benito nos pide.

El evangelio en la última frase que escuchamos nos advierte contra una de las tentaciones principales: el dinero y yo añadiría el poder. El servicio de Dios es lo esencial y pone todo lo demás a su servicio. Si el dinero y el poder son nuestra meta terminarán siendo nuestros señores, seremos esclavos de ellos para nuestra desgracia, es lo que vemos hoy en el mundo. Si todo se somete a Dios, incluyendo el dinero y el poder como instrumentos a su servicio, se establecerá el reino de Dios en el mundo y con él nuestra felicidad.

En cada Eucaristía el Señor se hace presente para darnos una nueva oportunidad de participar en su vida y entrar al su reino, y nos da la oportunidad de entregarnos a él. S requiere una decisión consciente de nuestra parte.

P. Plácido Álvarez.

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