Luz de Cristo.
- Monjes Trapenses
- 20 abr 2019
- 2 Min. de lectura

Vigilia Pascual.
2.019.
La celebración de esta noche tiene cuatro elementos fundamentales de la existencia humana que se integran como vehículos, o instrumentos, a través de los cuales Dios nos comunica su mensaje y su vida: la luz, la palabra, el agua y la comida que aquí se concretan en la ofrenda del pan y el vino.
Cristo es luz del mundo, es vida de los hombres, luz que las tinieblas del pecado no pueden apagar; la pasión y muerte del Señor nos manifiestan el intento de ahogar esa luz, intento cuyo fracaso hoy celebramos. La luz de Cristo sigue brillando y difundiéndose, y nos alcanza en esta celebración; Luz que nos permite ver la realidad de Dios y de su obra, por lo tanto que nos permite vernos a nosotros mismos como hijos amados y redimidos. La luz nos dice que hay tinieblas pero que ellas no prevalecen, tampoco en nuestras vidas sin nos abrimos a esa luz.
La Palabra de Dios nos permite poner nombre a las cosas[1] y a nosotros mismos[2], en definitiva nombres que Dios mismo nos da porque surgen de nuestra relación con Él. Dios por medio de su Palabra nos revela el sentido de su llamado y de nuestra historia; nos revela el camino de la salvación. Esa Palabra fluye constantemente entre nosotros para que meditándola reconozcamos su presencia.
El agua fuente indispensable de la vida se transforma por designio divino en fuente de nueva vida al purificarnos en el bautismo que nos une a Cristo, el Salvador, en su muerte y resurrección; porque el agua puede ser muy peligrosa y a la misma vez liberadora, como escuchamos en el cruce del Mar Rojo. Hundirnos en las aguas bautismales significa participar de la muerte de Cristo, y salir de ellas significa elevarnos a vida nueva, y hoy al renovar nuestras promesas bautismales expresamos nuestro deseo de retomar con más fuerza el camino de esa vida.
Por la ofrenda del pan y del vino que celebraremos, ponemos en manos de Dios el alimento que el mismo Cristo convierte en su cuerpo y su sangre para darnos vida eterna, es mucho más que un alimento que pasa, por muy necesario que sea. Además, al hacer esta ofrenda como pueblo y compartirla reafirmamos la comunidad cristiana que sigue adelante, incluso en las dificultades de la historia a través de los siglos.
Todos estos elementos nos van introduciendo a una nueva realidad, a una nueva vida: la del Resucitado, que quiere compartir con nosotros la transformación de su humanidad.
Pero nada es automático, hay que buscar, hay que querer y hay que entregarse, y así dar testimonio de una realidad que nos supera y nos acompaña hasta el fin de la historia. Hay un llamado radical a nuestra libertad para que junto con Cristo construyamos nuestra felicidad. Los tiempos son oscuros pero las promesas se cumplen cuando nos entregamos en manos de Dios.
P.Plácido Álvarez.
[1] Gén. 2, 19.
[2] Gén. 2, 23.
Comments