No temas.
- Monjes Trapenses
- 11 ago 2019
- 2 Min. de lectura

Domingo 19.
11 de agosto del 2019.
Libro de la Sabiduría 18,6-9.
Carta a los Hebreos 11,1-2.8-19.
Evangelio según San Lucas 12,32-48.
No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino, no temas pequeño rebaño. Esta es una frase que debe hacerse consubstancial con nosotros, que debe entrar profundamente en nuestra conciencia, debe impregnar nuestro ser y convertirse en fundamento de nuestro pensamiento y nuestras acciones. Y hay una nota muy personal en esto, se ha dicho: nuestro Padre ha querido, se trata de la voluntad de un Dios persona, Dios creador quien nos sostiene con su promesa y su fuerza, como sostuvo a Jesús, su Unigénito.
Esto es importante reconocerlo y tenerlo en mente en un mundo convulso como el nuestro en el cual la desorientación del sentido humano, personal, basado en la inmutabilidad de Dios y del designio de su creación ha generado problemas enormes y nos ha reducido a una minoría en la sociedad.
Pero nosotros tenemos un tesoro escondido en este Padre y en su Hijo, y allí debe estar nuestro corazón, entonces seremos felices, no cuando seamos ricos y poderosos o tomemos posesión de un reino que no nos ha sido dado, o le demos al mundo una forma según nuestro sentimiento subjetivo. Debemos regocijarnos en nuestra pequeñez y actuar conforme a aquello que se nos ha prometido y que esperamos.
Hay una gran paradoja en que esa pequeñez es un enorme don; se nos ha dado mucho, se nos ha confiado mucho en esa pequeñez.
Al presente andamos en la tierra prometida como extranjeros, otra gran paradoja. Vivimos en tiendas pero vamos a poseer el Reino. Habitamos en tiendas pero esperamos aquella ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios[1].
Esa ciudad la contemplamos en la fe, a veces nos parece que desde muy lejos, pero lejos o cerca esa contemplación nos llena de alegría y esperanza aunque estamos en camino todavía. Con el Libro de la Sabiduría podemos decir que nuestro Padre nos ha cubierto de gloria, una gloria escondida en la noche pero que se revelará porque Él nos ha llamado a sí en el Resucitado.
El Reino, la tierra prometida, es una persona, la gloria es una persona, en ella nos movemos y existimos[2], con ella comulgamos, a ella pertenecemos; Cristo el mismo ayer, hoy y siempre[3]; Camino, Verdad y Vida[4]; Luz que ilumina a todo hombre que viene al mundo[5]. Nuestra esperanza es la ciudad que no necesita la luz del sol ni de la luna, ya que la gloria de Dios la ilumina, y su lámpara es el Cordero[6]. Hacia ella vamos, no hay que desfallecer.
P. Plácido Álvarez.
[1] Hebreos 11,10.
[2] Hechos 17, 28. 1 Cor. 8, 6.
[3] Hebreos 13, 8.
[4] Juan 14, 5.
[5] Cf. Juan 1, 9.
[6] Apocalipsis 21, 23.
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