Reino de paz.
- Monjes Trapenses
- 7 jul 2019
- 3 Min. de lectura

Domingo 14.
Isaías 66, 10-14.
Gálatas 6, 14-18.
Lucas 10, 1-12. 17-20.
La lectura del profeta Isaías resuena en la Venezuela de hoy con una fuerza muy particular; estamos a la espera de la llegada de esta palabra de Dios para nosotros y su realización: alegría, paz y prosperidad. Estamos muy necesitados de ese consuelo de Dios y de esa transformación que nos saque del valle de tinieblas[1] en el que nos encontramos.
“El Reino de Dios está cerca de ustedes”, queremos proclamar cerca de nosotros, los que estamos aquí y ahora, y en realidad el Reino está, pero este río de paz va a entrar, no como un acto de magia, sino como fruto de un trabajo guiado por el Espíritu y con su fuerza.
Tenemos que invocar la paz en la oración, de palabra y con acciones. Satanás puede ser expulsado pero podemos terminar en una destrucción como Sodoma si no sabemos acoger la palabra de salvación que se nos dirige; estamos en el camino que puede llevarnos al bien o al mal, depende de nuestra libertad.
Lo que diferencia la magia del milagro es la Palabra de Dios vivida en plenitud: la cruz. Sólo de la cruz podemos gloriarnos, nos dice San Pablo. Curiosamente, y ahí está el milagro, la cruz rompe la esclavitud del mundo y lo libera; lo que parece una pérdida irreparable se convierte en el camino de plenitud, y el mundo empieza a ser lo que Dios quiere que sea.
Venezuela ha vivido una crucifixión, pero ¿Le hemos tomado el sentido? No se trata de sufrir sino de hacerlo en un proceso de liberación personal y social. Y no menospreciemos el aspecto personal; el sufrimiento será siempre personal, es el sufrimiento de personas concretas, pero que se multiplica espantosamente proyectado en la sociedad; no se trata simplemente de sufrir sino de un sufrimiento asumido de tal manera que pueda transformar a las personas positivamente y con ellas a la sociedad.
El sufrimiento puede generar mucha amargura y deseo de venganza y eso no es cruz. La cruz es entrega que se abre al perdón y a la paz. Me parece que el futuro de la paz en Venezuela pasa por entender esto. Ahora, uno solo no puede cambiar la sociedad pero sí, con la gracia de Dios, el propio corazón y así fomentar el cambio social.
Necesitamos urgentemente trabajadores para la cosecha de la paz; trabajadores en todos los ámbitos sociales, todos los caminos de la vida, que hayan entendido el mensaje esencial y lo pongan en práctica cada cual según su vocación. Y lo esencial es la entrega confiada a Dios y a la tarea que nos encomienda en favor de los demás y con ellos.
Buscar la paz y correr tras ella, como nos dice el salmo que San Benito cita en su Regla[2], significa buscar a Dios, buscar el bien, supone dejar muchas cosas para obedecer, para hacer lo que Dios pide en un marco concreto y razonable, equilibrado y justo. Buscar la paz supone organización y disciplina, es lo que San Benito hace con su Regla.
La fuerza para todo esto surge del don de Dios que llama y sostiene, que se nos entrega en este sacramento que celebramos; lo aceptamos y nos damos a él con un compromiso que es nuestra paz y nuestra cruz.
P. Plácido Álvarez.
[1] Cf. Salmo 84 (83), 7.
[2] Salmo 34 (33), 15. R.S.B. Prólogo, 17.
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