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Sacralidad de la vida.

  • Foto del escritor: Monjes Trapenses
    Monjes Trapenses
  • 30 dic 2018
  • 2 Min. de lectura

La Sagrada Familia.

2.018.

Primer Libro de Samuel 1,20-22.24-28.

Epístola I de San Juan 3,1-2.21-24.

Evangelio según San Lucas 2,41-52.


Al celebrar la Sagrada Familia compuesta por Jesús, María, José celebramos el don de la vida que nace y se custodia en este grupo humano fundamental. Celebramos el don de Dios que es la vida y la relación en la que surge y se desarrolla; la virginidad de María y la castidad de José no contradicen nada de esto porque la particularidad de la relación entre ellos no hace sino resaltar el don de Dios y el verdadero centro de toda relación familiar natural, sea entre los esposos o entre ellos y sus hijos; el centro es Dios.

El Hijo de Dios se encarna en una familia humana y través de ella eleva a toda la humanidad a una nueva relación que se manifestará plenamente con la resurrección, seremos entonces semejantes a Cristo si nos hemos adherido a él totalmente, si nos amamos unos a otros como él nos amó y vivimos según el Espíritu que se nos ha dado. Son misterios que tenemos que guardar en nuestros corazones, como María, y vivirlos más allá de lo que entendemos.

Jesús a los doce años comienza a manifestar con claridad su identidad, que como verdadero ser humano tiene que ir descubriendo y a la vez manifestando quién es y cuál es la misión que ha recibido de Dios; el hecho de que él es verdadero Dios no altera sus procesos humanos sino que los ilumina y fortalece en una medida inconcebible e inalcanzable para cualquier otro ser humano. Y todo eso sucede en una familia concreta, santa como ninguna y plenamente humana.

La familia de Nazaret habla a toda familia humana, pero no sólo a ella sino a toda la sociedad que se construyen inevitablemente sobre la familia. Hoy hay intentos de redefinir la familia que chocan frontalmente contra la realidad e independientemente de cualquier buena voluntad subjetiva, socavan la sacralidad de lo que Dios ha hecho. Porque la realidad creada por Dios es toda ella santa porque sale de la mano de Dios.

A veces en la sociedad moderna nos olvidamos que toda vida sale de la mano de Dios y que la familia es un instrumento sagrado para que esa vida surja y tome forma para llegar a la plenitud del bien que Dios ha querido para ella. En el caso de Jesús esa vida surge de forma especial, pero dentro de la realidad sagrada de la familia, sagrada tanto más tomando en consideración la santidad de María y de José.

Estamos llamados a la santidad y a relaciones santas para que la naturaleza sea asumida en la divinidad que el Señor ha querido compartir con nosotros, y esto abarca la sociedad entera. Ahí está nuestro gran desafío.

P. Plácido Álvarez.

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