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Ahora y el fin.

  • Foto del escritor: Monjes Trapenses
    Monjes Trapenses
  • 17 nov 2019
  • 2 Min. de lectura

Domingo 33.



17 de noviembre de 2019.


Libro de Malaquías 3,19-20.

Salmo 98(97),5-6.7-8.9.

Segunda Carta de San Pablo a los Tesalonicenses 3,7-12.

Evangelio según San Lucas 21,5-19.


Estamos al fin del año litúrgico y las lecturas del profeta Malaquías y del Evangelio de Lucas nos lo recuerdan refiriéndose al fin del mundo, mientras el Apóstol nos muestra la manera de actuar en el tiempo presente, en la espera de la manifestación definitiva.

En la confusión en la que vive el mundo hoy en día se nos olvida que hay un día final en el que brillará el sol de la justicia y nada podrá evitarlo, entonces todos los arrogantes y los que hacen el mal serán como paja.

Y ¿de dónde sale la confusión? Es de la arrogancia que pretende hacernos creer una cosa por otra; irán tan lejos en su intento de confundir que pretenderán presentarse en el nombre del Señor, como si fueran Él. El propósito de todo esto es tomar posesión del mundo para apartarlo de Dios, o peor aún, para volverlo contra Dios.

En medio de esta dificultad el Señor nos llama a no desfallecer; no es necesario preparar nuestra propia defensa porque él nos dará la elocuencia y la sabiduría necesarias. Él está con nosotros y nada lo va a apartar, ni la persecución ni ninguna otra cosa.

Pero estas reflexiones acerca del amplio movimiento de la historia no debe desviarnos de un examen de nuestra propia realidad personal y de cómo ella afecta nuestro entorno, es eso lo que San Pablo nos dice. En algunas comunidades cristianas en el tiempo de San Pablo algunos pensando que el fin del mundo estaba cerca dejaban de trabajar, porque ¿para qué trabajar? Pero el Apóstol es claro: entonces no comas y no te entrometas en los asuntos de los demás, y eso sucedía porque no estaban ocupados en un trabajo útil.

La distorsión de la visión de la realidad total o de la sociedad surge de la arrogancia de creerse el intérprete principal de los acontecimientos y eso se filtra a todos los aspectos de la vida incluyendo la actitud ante la comunidad y el trabajo.

No sabemos ni el día ni la hora, pero vivamos como si estuviera cerca, perseveremos como nos pide el Señor, eso nos hará bien porque nos hará humildes, nos llevará a contemplar la realidad y eso nos liberará porque entenderemos mejor en manos de quién estamos, en manos de Dios. En esas manos nos colocamos en la Eucaristía, fuente de fortaleza en la vida presente, en medio de todas las dificultades.

P. Plácido Álvarez.


 
 
 

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