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Comunidad y vida.

  • Foto del escritor: Monjes Trapenses
    Monjes Trapenses
  • 20 ene 2019
  • 3 Min. de lectura


20 de enero de 2019.




La comunidad es un aspecto esencial de nuestras vidas: la monástica, la comunidad familiar, la social más amplia. No se trata sólo de que San Benito ha estructurado una vida comunitaria bajo una regla y un abad[1] y que nos anima a entrar todos juntos a la vida eterna[2], todo lo cual es esencial para nosotros monjes, sino que él refleja en forma particular una realidad de fondo, que es la necesidad de la interacción humana para nuestra vida y desarrollo.

Nuestras familias dan la forma inicial a lo que somos desde el punto de vista físico al engendrarnos, con toda la carga genética que eso conlleva, que puede ser tanto positiva como negativa, probablemente algo de ambas; a lo que hay que añadir el carácter propio y único de cada persona que actúa desde la libertad. Pero esos elementos no son el todo sino sólo parte del ser, que se desarrolla en el contexto familiar, social y cultural. La sociedad influye en nuestro desarrollo y por lo tanto en lo que somos; ésta nos comunica valores y desvalores con respecto a los cuales vamos tomando decisiones libremente y así dando forma a nuestras vidas.

No escogemos entrar en este mundo pero sí decidir cómo vivimos, aunque inevitablemente esto se hace dentro de un contexto limitado que la realidad nos impone; la libertad se juega dentro de ciertas reglas que la hacen posible, lo contrario es un caos que atenta contra la posibilidad de asumir una forma que dé vida.

Sin embargo, somos en esencia un misterio en manos de Dios, lo demás es el fundamento y contexto en el que se desarrolla el llamado divino. Porque la vida es un don y un llamado al que respondemos libremente dentro de un cierto marco.

La vida es un don y una vocación, y por lo tanto supone y exige relaciones por medio de las cuales aprendemos y así descubrimos progresivamente en qué consiste el don y cómo responder a él adecuándonos a su realidad.

San Benito está muy consciente de este proceso y por eso abre la Regla con la palabra “escucha”[3], porque en esa escucha se da el intercambio con nuestro medio vital y vamos reconociendo quiénes somos y a qué estamos llamados.

En las diferentes etapas históricas de la humanidad las culturas van adoptando configuraciones que en sus diferentes aspectos ayudan, o entorpecen, nuestro desarrollo hacia la meta a la que hemos sido llamados, y ante este desafío es inevitable decidir cuál camino asumimos.

El camino de conversión al que nos invita San Benito supone este proceso. Se precisa un discernimiento que va guiado por puntos de referencia que se nos dan en la vida de la comunidad, monástica, eclesial, familiar, social; puntos de referencia que en nuestro caso apuntan a la trascendencia.

La profundidad de la vida espiritual es también el fruto de una vida comunitaria asumida con todas sus consecuencias, tanto en lo que tiene de agradable como en lo que tiene de desagradable. Los desafíos nos revelan muchas cosas acerca de nosotros mismos –por lo tanto del pecado y el sentido del sufrimiento- y acerca de Dios, y de su gracia que nos ilumina.

Nuestra vida comunitaria hay que tomarla en serio, esto significa salir de nosotros mismos para descubrir quiénes somos y avanzar en nuestro camino hacia la plenitud, para irnos conformando con Cristo.

Nuestras constituciones lo plantean de la siguiente manera al tratar del espíritu de la Orden:

El monasterio es escuela del servicio divino. En ella Cristo se forma en el corazón de los hermanos mediante la liturgia, la enseñanza del abad y la vida fraterna[4].

Y más adelante, al tratar de la vida cenobítica, indica su dinámica:

Esta es la ley de la vida común: unidad de espíritu en la caridad de Dios, vínculo de paz en la mutua y constante caridad de todos los hermanos, comunión en el compartir de los bienes[5].

La vida auténtica que se orienta a Dios en Cristo tiene estas características y es un don que la gracia alimenta en su transcurso, y a esa vida somos llamados.

P. Plácido Álvarez.

[1] Regla de San Benito (RSB) 1, 1.

[2] RSB 72, 12.

[3] RSB Prólogo 1.

[4] Constitución 3, 2.

[5] Constitución 13, 1.

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