Conócete a ti mismo.
- Monjes Trapenses
- 16 jun 2019
- 4 Min. de lectura

16 de junio del 2.019.
Regreso a un tema que he tratado en otras ocasiones, que es la complejidad de la realidad humana y cómo involucra el proceso de conversión. Sabemos que un principio, del cual ya se había dado cuenta el pensamiento griego clásico pre cristiano, es el “conócete a ti mismo”, y la tradición monástica cristiana ha entendido este conocerse como parte esencial del proceso de conversión, como en efecto lo es inevitablemente.
El punto de partida es el reconocimiento del propio pecado, de otra manera no tiene sentido hablar de una auténtica conversión. Job le dice a Dios: Dame a conocer mi rebeldía y mi pecado[1]; es verdad que él lo dice porque no lo reconoce y expresa lo que es casi un desafío a Dios, pero la actitud que asume es la correcta, quiere aprender a ver la realidad, propia y del mundo, con los ojos de Dios, y Dios le dará a conocer el misterio de la Divinidad en la medida en que puede ser conocido, y al final Job le responde a Dios: Yo te conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos. Por eso me retracto, y me arrepiento en el polvo y la ceniza[2]. Y él responde esto porque se da cuenta de quién es ante Dios: ¡Soy tan poca cosa! ¿Qué puedo responderte? Me taparé la boca con la mano[3].
Pero todo esto en Job se refiere a su conducta y lo que ella puede revelar acerca de su conocimiento y sus actitudes, y cómo esto se adecúa a lo que Dios pide; Job busca en su conciencia una respuesta; en esto se centra su lucha. Pero no hay en ello una antropología sino un conocimiento moral y una mística.
La antropología trata de quién es el hombre, cómo es, su dinámica interna y la estructura de la personalidad, y esto desde la fe tiene que ver con quién es Dios y cómo nos relacionamos con Él y con toda su creación, en especial con aquellos con quienes compartimos la humanidad, porque todo esto nos define.
Todo lo dicho es como la introducción, es dentro de este marco que es posible una auténtica comprensión del ser humano y su proceso.
Pero en este punto regreso a algo que ya mencioné en otra ocasión y que es punto de partida para el conocimiento de sí: Las contradicciones que encontramos en nosotros mismos, ellas nos llevan a cuestionarnos sobre quiénes somos y cómo funcionamos; eso debe llevarnos hacia la verdad que es el centro de nuestra propia existencia como seres carentes de una unidad interior, a no ser que se funde en ese punto que no controlamos que es nuestra creación por Dios y su voluntad.
El primer paso en el verdadero conocimiento de nosotros mismos es el de estas contradicciones que nos desconciertan. Job a su manera expuso la realidad de éstas.
Los padres del desierto las conocían y en parte atribuían a los demonios estas turbulencias en nosotros mismos, pero ellos estaban claros que los demonios utilizaban lo que hay en nosotros para desviarnos de la plenitud de la vida; los padres nunca pretendieron exonerarnos de nuestra responsabilidad sino más bien exponer la complejidad de nuestro proceso.
El fundamento de todo esto ya lo adelanté: hay un vacío en nosotros porque no somos ni autosuficientes ni perfectos, el reconocimiento de esto es la base de la humildad. Estamos llamados a aceptar que existe ese vacío que sólo Dios puede llenar, que nuestra identidad de origen y de fin dependen de Él, y no sólo aceptarlo sino vivir de ellos en plenitud, de agradecerlo, de hacer libremente el esfuerzo que se requiere y que nos vincula a Dios y a toda su creación. Esto significa obediencia en el amor a su designio para con nosotros; esto significa encontrarnos con el misterio de Dios, contemplarlo desde nuestra pequeñez, es lo que le sucede a Job, y reflejar su grandeza en nosotros es algo de lo que nos habla San Pablo cuando dice:
Porque el mismo Dios que dijo: «Brille la luz en medio de las tinieblas», es el que hizo brillar su luz en nuestros corazones para que resplandezca el conocimiento de la gloria de Dios, reflejada en el rostro de Cristo[4].
Que brille la luz en medio de las tinieblas es una referencia al Libro del Génesis[5], a la creación, y así San Pablo nos señala la obra de Dios desde su principio hasta Cristo mismo y a través de él hasta nosotros, luz que podemos reflejar. Pero nosotros como imagen y semejanza no somos más que un espejo, pero ahí está nuestra gloria y ahí nuestra unidad interior, con nuestra adhesión a Cristo.
Es importante tomar conciencia de que sólo somos uno en Cristo, en nosotros mismos, con Dios y con todo lo que nos rodea; mientras tanto luchamos con las contradicciones que nos revelan que hay algo más, que anhelamos algo más y que eso es alcanzable por la gracia de Dios.
P. Plácido Álvarez.
[1] Job 13, 23.
[2] Job. 42, 5-6.
[3] Job 40, 4.
[4] 2 Cor. 4, 6.
[5] Cf. Gén. 1, 3-5.
Comments