Descenso a los infiernos,
- Monjes Trapenses
- 16 sept 2018
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Actualizado: 4 oct 2018
16 de septiembre, 2.018.
El descenso al infierno es uno los puntos del credo cuya densidad da mucho para meditar. Adrienne von Speyr medita y ora en torno a este misterio de forma que yo encontré muy luminosas.
Ella interpreta el descenso al infierno como la continuación de la cruz y la muerte, por lo tanto no en tono glorioso, como si el Señor ya hubiera resucitado, sino en el contexto de la desolación que el infierno supone y como otra etapa del compartir del Señor en el proceso humano. Sintetiza el infierno como la debilidad humana al extremo.
No hay que entender el infierno como “lugar” o como experiencia propia de los ya condenados, sino como el ámbito en el que el Señor entra para liberar la historia; como extensión de la salvación que alcanza a la totalidad de la humanidad, incluso a los que le precedieron en la historia, sin embargo, vale la pena meditar el aspecto que von Speyr resalta, que es la identificación profunda del Señor con nosotros, hasta el extremo del extremo por amor al Padre y a nosotros.
Ella enfatiza el infierno como lugar desolado en el que se revela la extrema debilidad humana que el Señor ha decidido asumir, y esa es la extrema debilidad personal de la que pide al Señor liberación.
Su meditación se convierte en una oración que puede ayudarnos; ella reflexiona sobre el don total del Hijo al Padre que el descenso al infierno implica y le pide que podamos unirnos a él, ella dice refiriéndose al Padre:
Permite por lo menos tratar de ofrecerte, por el mismo amor que tú has dado a tu Hijo en el Espíritu Santo, a ti y a él todo lo que hacemos, lo que sufrimos, esperamos y amamos, de la manera en que te plazca… has que el sí de nuestra respuesta resuene tan seguro que tú puedas aceptarlo como eficaz e irrevocable… el amor y la gracia desbordante de tu Hijo, que se nos ha concedido, garanticen que allí donde nuestras fuerzas ya exhaustas se debiliten, intervenga el “ya no puedo más” de él mismo para que nuestras pobres tentativas alcancen un auténtico resultado[1].
La oferta de sí que se hace con la clara conciencia de nuestra debilidad a la que ella alude, es lo que cualquiera de nosotros podemos sentir, y puede convertirse en una oración para que nuestras pobres tentativas alcancen un auténtico resultado.
Ella toca un punto fundamental que cada uno de nosotros puede experimentar: la fragilidad de nuestro sí a Dios que se ve amenazado por el cansancio, por el debilitamiento de nuestras fuerzas. Deseamos que nuestro sí sea eficaz e irrevocable, pero reconocemos que nuestras pobres tentativas necesitan el amor y la gracia desbordante del Hijo que se hace efectivo en su descenso a la desolación de la experiencia humana.
Nuestro presente tiene a veces esta característica infernal, pero la fe nos dice que esto ha sido abarcado por el amor de Cristo quien ha descendido al infierno por nosotros para que quienes lo aman, aunque estén exhaustos puedan afirmarse en él en el sí irrevocable.
Sabemos que a veces la vida monástica es este “terreno” desolado, los padres del desierto lo asumían en la materialidad de su entorno, pero todo eso debe llevarnos a mirar a Cristo descendido a los infiernos que también surge para resucitar y así llevarnos consigo. El desafío está siempre presente, y el Señor también; la fe y el amor a él nos hacen vivir en la esperanza de lo que él quiere todavía manifestar.
P. Plácido Álvarez
[1] Esperienza di preghiera, p. 98.

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