El momento.
- Monjes Trapenses
- 3 mar 2019
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3 de marzo del 2019.
En la Carta a los Romanos[1] San Pablo hace un planteamiento que puede tener particular significación para nosotros si lo contextualizamos para nuestro tiempo.
Él nos dice: Tengan en cuenta el momento en que viven[2]. San Pablo usa la palabra griega “kairós”, que significa un tiempo cargado de sentido especial para la relación entre la humanidad y Dios; tiene un tono escatológico, -o sea, de la manifestación de los tiempos finales- que necesita ser descifrado, y que requiere discernimiento para entender el presente, porque nos habla del aquí y ahora a la luz de lo que ha de venir como tiempo de salvación.
Este kairós para San Pablo es un tiempo para despertar y esta definición nos dice mucho acerca de su naturaleza; él afirma: Ya es hora de levantarse del sueño; la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe[3]. Este despertar yo lo asemejo al desvanecimiento de la “burbuja” de la cual hablaba en otra charla. Estamos como dormidos o encerrados y llega el momento de liberación para entender más en plenitud la realidad desde la fe, para despojarnos de las obras de las tinieblas y revestirnos de las armas de la luz[4], como dice en la misma carta.
La calificación de las obras de las tinieblas en el texto está directamente relacionadas a los vicios que la moral reconoce: lujuria, avaricia etc.[5], pero puede entenderse en un sentido más amplio: la “autorreferencia” de la que nos habla el Papa Francisco, las ideologías, las injusticias sociales a gran escala, la corrupción, la guerra y demás; esto supone un análisis cuidadoso para entender la experiencia que se vive.
Entonces cabe preguntarse: ¿En qué momento vivimos nosotros? ¿Qué nos significa el tiempo presente? ¿Cuáles son los elementos que nos afectan y que condicionan nuestra vida? Se requiere un discernimiento para contestar porque tiene que ver, como señalé, con la relación que mantenemos con Dios en circunstancias concretas. Dios se nos comunica, nos comunica su vida y el sentido de la obra que nos encomienda. Ese momento, o kairós, es personal, comunitario y humano en general, todo lo cual forma un tejido de realidad dentro del cual nos movemos y en él se manifiesta la voluntad de Dios.
A menudo el tiempo se nos pasa sin que realmente prestemos atención y reconozcamos en él la obra de Dios que también nos plantea exigencias; es necesario despertar.
El momento que vivimos es de muchas exigencias que ponen a prueba nuestra relación con Dios y con el prójimo, exigencias de fe, esperanza y amor. Tenemos que asumir mucha incertidumbre y contemplar mucha injusticia; tenemos que enfrentar un futuro que se esconde en tinieblas, sobre el cual tenemos menos control de lo que es, o ha sido, normal en nuestra experiencia. Surgen dudas y angustias que tenemos que poner en manos de Dios con la convicción de que nunca nos abandona, ni siquiera en las situaciones más extremas.
Este kairós nos manifiesta con particular claridad la realidad terrible del mal, del alejamiento de Dios, del desprecio de la humanidad; nos despoja de ilusiones falsas y nos lleva a reconocernos ante Dios como esencialmente indefensos, pero amados por Dios en esa indefensión.
Este kairós consiste en contemplar a Jesús en la cruz para comprender nuestra situación en esa luz, luz de redención, de liberación; luz que nos permite ver más allá del aquí y ahora, pero a través de la cruz, en la que participamos mínima pero efectivamente.
La vida monástica nos ofrece el contexto vital en el cual experimentar ese momento de verdad acerca de Dios y de nosotros mismos como personas y sociedades; ese kairós es en lo más profundo el de la humildad llamada a la entrega radical a Dios, tan central a la Regla de San Benito, como bien sabemos, y que en definitiva se funda en el ejemplo mismo de Cristo, quien se hizo humilde hasta la muerte y muerte en cruz[6]. Este kairós nos lleva a una conversión que afecta no sólo lo personal sino también a la humanidad toda. Como dice San Pablo en la Segunda Carta a los Corintios: Este es el tiempo favorable, este es el día de la salvación[7]. Y así lo reconocemos nosotros.
Estamos en el momento de enfrentar nuestra vida monástica de cara a una realidad que también nos exige flexibilidad para ir a lo más esencial y preservarlo. El momento exige cohesión comunitaria y coherencia con los valores fundamentales de la vida monástica para seguir avanzando y dar respuesta al llamado de Dios, que tiene un sentido aquí y ahora también para nuestro pueblo en su gran necesidad, sentido espiritual que se hace concreto en nuestras vidas y nos lleva a la plenitud de la vida en Dios.
P. Plácido Álvarez.
[1] 13, 11 ss.
[2] 13, 11.
[3] Ibíd.
[4] 13, 12.
[5] 13, 13.
[6] Filipenses 2, 8.
[7] 2 Cor. 6, 2.
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