Formación en la Regla de San Benito.
- Monjes Trapenses
- 30 sept 2018
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30 de septiembre de 2018.
La vida monástica y su dinámica según la Regla de San Benito puede entenderse mejor analizando cinco imágenes que el santo patriarca utiliza para referirse a ella: milicia, escuela, taller, familia y hospital, estas dos últimas indirectamente cuando se refiere al abad como padre y médico.
Las primeras tres imágenes suponen disciplina y aprendizaje, disciplina de diferente tipo entre ellos; la escuela y el taller también suponen creatividad, todo aprendizaje supone creatividad para ser efectivo, y en el caso del taller es el de un artesano, en el cual hay aprendices y en cual la disciplina se orienta claramente a la creatividad. El padre supone familia, cuidado y educación, y el hospital evidentemente cuidado sanador.
El conjunto de estos elementos define la dinámica de la vida monástica como vida con un propósito y con un método para el desarrollo humano pleno que para San Benito tiene en su centro lo espiritual que apunta a la experiencia de Dios y la vida eterna.
Estamos en una vida que tiene un propósito centrado en Cristo y una dinámica fundada en un conocimiento verdadero del ser humano a la luz de la Revelación – y por lo tanto del conocimiento de Dios – que refleja la experiencia humana de siglos. Todo esto tiene relevancia para nosotros hoy.
Nos hace falta disciplina, aprendizaje y un cuidado verdaderamente humano-divino que asuma la realidad de la debilidad humana necesitada de sanación.
Como sabemos en el prólogo de la Regla San Benito nos habla de militar bajo el rey que es Cristo[1] poco después de haber señalado la obediencia como elemento central del camino de retorno a Dios, que ahora reitera en términos de empuñar la fortísimas y esclarecidas armas[2] al renunciar a las propias voluntades[3].
A la mentalidad moderna esto puede parecer excesivo aunque en la época de San Benito no fuera así, sin embargo, en nuestra época empieza a ser de nuevo significativa la orientación a tomar en serio las normas para evitar el caos y dar sentido a la vida, ya que el caos ha ido en aumento y el sentido disminuyendo; desde luego, la norma sola no es suficiente –y puede ser hasta contraproducente- si se aísla de una meta que está bastante más allá de la norma misma; esa es la discusión que San Pablo tiene con los fariseos, pero hay que recordar que San Pablo no descarta toda norma porque ella, al delatar el mal, puede orientar hacia el bien, aunque no alcanzarlo y salvar[4]. San Benito también tiene claro el valor de la norma para educar y por lo tanto de la disciplina, pero nunca lo separa del sentido espiritual.
Por otra parte la imagen militar sugiere esfuerzo y sacrificio, posiblemente entrega de la propia vida, y trabajo de conjunto, todo lo cual puede adquirir un profundo y legítimo significado en la vida monástica. Se trata de la ascesis y de entrar todos juntos a la vida eterna[5].
La imagen del taller y de la familia enfatiza más la creatividad a la vez que la colaboración, y suponen un orden, más importante aún suponen la transmisión de un saber, de una tradición que da vida; en el caso de la familia significa algo mucho más vital e irrevocable, que en el aspecto espiritual encarna una pertenencia que se construye a partir del Espíritu de Dios, dador de una nueva vida que supera los límites naturales y nos enraíza en Dios.
La imagen de la familia también supone un desarrollo afectivo que debe darse en la comunidad dentro de un marco establecido, dentro de un orden de relaciones; pero el desarrollo que se propicia es más amplio, en este punto la imagen del taller nos ayuda: se aprenden técnicas de trabajo que ayudan al desarrollo y mantenimiento no sólo de la persona sino de toda la comunidad.
El tema del desarrollo nos lleva al de la sanación. A través de toda la Regla se nota el esfuerzo de San Benito por lograr un desarrollo sano y equilibrado de toda la persona y todas las personas en la comunidad monástica, y se ve también la plena conciencia que tenía de las conductas que necesitan ser corregidas y que suponen situaciones humanas que necesitan sanación, y la Regla se aboca a esa sanación. Y está claro que ese proceso supone disciplina y sufrimiento, cualquier sanación es así, y él sabe que a veces el tratamiento fracasa y que es necesario un corte final.
San Benito no es optimista ni pesimista, se dirige a lo concreto y reconoce la responsabilidad de cada cual que lleva a responder o no al tratamiento; reconoce implícitamente la libertad personal que responde o no al movimiento del Espíritu de Dios está en el centro mismo de cualquier proceso que da verdadero fruto. De lo que se trata entonces es de educar la libertad y potenciarla para su verdadero fin, que es compartir la vida de Dios, lo que implica todo un entramado de relaciones humanas –como se ha manifestado en Cristo- para vivir verdaderamente días felices por la eternidad. Es la meta de San Benito.
[1] V. 3.
[2] Vv. 2-3.
[3] Ibíd.
[4] Cf. Rm. 3, 20. 3, 31. 6, 15. 7,12. 7, 14-16.
[5] Regla de San Benito 72, 12.
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