Gracias por el Apocalipsis.
- Monjes Trapenses
- 9 dic 2018
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8 de diciembre de 2018
Un breve capítulo del libro de Adrienne von Speyr lleva el título “Gracias por el Apocalipsis”[1]; en él ella trata de recoger el mensaje de esperanza que esa revelación lleva en sí.
Las imágenes desconcertantes o la referencia a tiempos difíciles de descifrar no son el centro del libro, lo es la visión del cielo y de la victoria del Cordero degollado. Pero von Speyr señala que después de tener esta experiencia de la promesa encarnada y triunfante, el vidente tiene que regresar a la cotidianidad propia del cristiano, que supone mucha dificultad como el mismo Apocalipsis muestra, pero lo hace con un nuevo sentido.
Ella dice:
Cuando después regresó a la tierra, en la soledad de su vida de cristiano, él (Juan) sabía que tú no dejas solo al que está solo, que no has abandonado al que está abandonado; así soledad y abandono y tentación sirven sólo para allanar a los tuyos el camino hacia tu cielo, a permitirles probar en parte lo que tu Hijo ha soportado en esta vida con el propósito de llevarnos consigo, e inculcar a cada uno de tus fieles la idea de esta participación en la salvación de todos[2].
La soledad y el abandono impregnan para ella la la cotidianidad. Pero la dificultad que la realidad cotidiana presenta la podemos entender desde la revelación, así aceptarla y funcionar a partir de ese dato; es lo que ella propone. El sentido es compartir la experiencia de Cristo en este punto neurálgico de la salvación que es su pasión y muerte, el libro del Apocalipsis deja esto en claro, y esa experiencia es fundamental para la vida contemplativa que se desarrolla independientemente de hechos o tareas particulares en nuestra historia; se desarrolla en la identificación con Cristo en su cruz y también en su gloria.
Esta experiencia personal es de quien está inserto en una realidad que le supera, pero en la cual participa abandonándose a ella, y contribuye de esta manera a la propia salvación y a la de la humanidad; el que hace la experiencia no lo entiende todo pero sí lo espera todo en el amor de Dios[3].
La revelación del Apocalipsis nos muestra que el presente tiene un sentido que compartimos, a nuestra medida, con el de Cristo en la historia, pero al mostrarnos los frutos definitivos de la resurrección nos llena de esperanza; por otra parte nos revela la naturaleza más íntima de la contemplación, que es tanto de la impotencia como de la gracia.
En el activismo de la vida moderna se hace difícil entender esta dimensión contemplativa, que debe impregnar toda la vida cristiana, pero que debe hacerse particularmente intensa en una vida íntegramente ordenada a la contemplación[4].
En esta vida debe hacerse silencio para escuchar y ver lo que Dios quiere revelar. Sin contemplación no hay discernimiento verdadero de los signos de los tiempos, sea en lo pequeño o en lo grande. Esto significa ver en lo actual señales del futuro y guía para el presente. Significa no dejarnos atrapar en el propio ego o el las circunstancias. Esta es una parte fundamental del camino ascético que abre nuestras perspectivas, que afina nuestra visión y nos trae libertad para responder a Dios.
Esa respuesta a Dios es el diálogo que da sentido a nuestra existencia en todas sus etapas y en toda circunstancia, es el diálogo auténtico que se da en la contemplación a la que estamos llamados.
P. Plácido Álvarez
[1] Esperienza di preghiera, Jaca Book, Milano, 1990, P. 103.
[2] Ibíd.
[3] Cf. 1 Cor. 13, 7: El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
[4] Constituciones de la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia, C. 2.
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