Iluminación.
- Monjes Trapenses
- 23 dic 2018
- 2 Min. de lectura

23 de diciembre del 2.018
La solemnidad de la Navidad es fiesta de la Luz que se va manifestando paulatinamente, como lo hace en toda la historia de la humanidad, desde Jacob que se enfrenta con el ángel[1], pasando por la teofanía del Sinaí[2], llegando a la Navidad y proyectándose hasta el Apocalipsis[3].
En la Anunciación tenemos una luz muy escondida, es la manifestación de algo fundamental para la humanidad que se mantiene en secreto por un tiempo, secreto protegido por María y José. En la Navidad comienza una manifestación pública que puede ser percibida claramente por quienes acogen con fe el anuncio de los ángeles, gente humilde; esa manifestación continúa hoy, pero hay que tener ojos para percibir esa luz, disponibilidad para recibirla.
Nuestra vida contemplativa nos mueve a buscar esa luz[4], esa iluminación, para reconocer al Mesías y verlo en nuestras propias vida. La luz se derrama abundantemente pero hace falta conversión para verla y la visión, por limitada que sea, llama a profundizar la conversión y nos da confianza para hacerlo porque en ella vemos el designio de salvación, no condenación; entendemos la misericordia y la solidaridad de Dios con nosotros.
Esta iluminación no es algo abstracto sino que toca lo íntimo de nuestra realidad y la ilumina. Con cierta frecuencia podemos preguntarnos acerca del sentido de nuestra vida y no es fácil encontrar una respuesta, pero la luz nos lleva a mirar a la persona de Cristo, encarnación y testigo del sentido último de todas las cosas. Hay experiencias de la existencia humana que no entendemos y dan pie a interrogantes; la respuesta no es una verdad abstracta sino una persona, la de Cristo.
El intercambio entre Pilato y Jesús nos revela esta realidad, Jesús dice: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz». Y Pilato responde: « ¿Qué es la verdad?[5]». Y en otra parte Jesús ya había dicho: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida[6]. Estamos en búsqueda de la verdad que da sentido a la vida. Para entender nuestra existencia y entender el sentido de la existencia del mundo, para entender la verdad contenida en la existencia, tenemos que mirar a Cristo, Luz que nos ilumina.
Entonces la solemnidad de la Navidad abre las puertas del cielo en este mundo, manifiesta el sentido más profundo de todo lo que existe porque nos manifiesta el designio de Dios, Luz indeficiente y eterna. Podemos vivir y ser felices porque Dios lo ha querido así y ha penetrado nuestra humanidad en forma radical y misteriosa. La Luz brilla en medio de las tinieblas[7] hasta el día de hoy. Estamos llamados a buscar esa Luz y adherirnos a ella, y la vida monástica contemplativa es un camino hacia ella, por eso damos gloria a Dios y entramos más profundamente en la animosa conversión que es central a nuestra vocación[8].
P. Plácido Álvarez.
[1] Génesis 32, 23-31.
[2] Éxodo 3, 2-6. 16, 19-20.
[3] Apocalipsis 22, 1-5.
[4] 1 Jn. 1, 1-5.
[5] Jn. 18, 37-38.
[6] Jn. 14, 6.
[7] Jn. 1, 5.
[8] Cf. Constitución 25. Constituciones de la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia.
Comments