La turbulencias y nuestra actitud.
- Monjes Trapenses
- 20 oct 2019
- 3 Min. de lectura

20 de octubre 2019.
Todos estamos conscientes de que nos ha tocado vivir un tiempo difícil, de mucha turbulencia, de mucha incertidumbre, ciertamente en Venezuela, pero en el resto del mundo también.
Esta turbulencia generalizada brota del corazón humano y debe cuestionarnos, porque también está en nosotros de una u otra manera; esto lo sabemos pero lo que a veces nos cuesta ver es la relación entre lo que hay en nosotros y lo que sucede en nuestro entorno, sea el inmediato o el global.
La falta de conocimiento de sí mismo y las emociones desatadas por esa falta de conocimiento no permiten un análisis adecuado de situaciones y de posibles soluciones a los desafíos que encontramos, y se genera un “círculo vicioso”, o quizás mejor dicho una espiral centrífuga, difícil de romper.
La turbulencia desdibuja nuestras metas y hace muy difícil distinguir lo ideal de lo posible porque anula la prudencia; hace difícil reconocer al otro y por lo tanto anula la posibilidad de una visión del bien común. Todo esto nos hace mucho daño, genera conflicto, nos quita la paz.
En este contexto la guarda del corazón es más importante que nunca, y el cultivo de la humildad más esencial que nunca. Para nosotros es la única manera de avanzar en la contemplación y ella va progresivamente revelándonos la realidad y nuestra interconexión con todo lo que existe. Se genera entonces como una espiral virtuosa: la contemplación nos revela la realidad y ella alimenta nuestra contemplación. Esto es lo que se ve en el caso del P. Palau, exorcista catalán del siglo 19, según lo presenta el P. Mariño; en el caso de él tratando con posesos.
El P. Mariño dice que para el P. Palau el encuentro a solas, en intimidad de amor, llega no como respuesta al deseo de consuelo, sino como respuesta al compromiso heroico con la víctima ignorada[1].
Según la vocación de cada cual el encuentro contemplativo es uno con la realidad total, especialmente con la marginada. ¿Cuál es la victima ignorada para nosotros? Quizás esa víctima esté en nosotros mismos, en nuestra ignorancia, que se proyecta socialmente generando a su vez víctimas.
La lucha personal del contemplativo es lucha por la Iglesia tal y como ella es en este momento histórico, y es lucha por toda la humanidad. Luchamos contra una falta de sentido en la vida, falta de orientación; luchamos contra la confusión y la división, que es lo que el demonio siembra, es la cizaña.
La tendencia que hace daño es reducir todo a un horizonte muy estrecho, horizonte dentro del cual no cabe gran parte de la realidad, y entonces ella se fragmenta y al hacerlo nos deja desorientados; tenemos menos capacidad para entender lo que pasa y para entender al prójimo.
La vida de oración y la contemplación nos ponen de lleno ante el Misterio y así nos coloca ante una realidad sin horizontes que no nos desorienta sino por el contrario nos centra en Aquél en quien todo tiene sentido, nos coloca en el vértice mismo de la espiral. Cuando esto sucede estamos en nuestro propio lugar que es humilde y abierto para entender.
Cuando esto sucede las emociones toman el lugar que les corresponde, dinamizan la acción pero no la descarrían, porque siempre estamos en contacto con el vértice que “ataja” las fuerzas centrífugas. El vértice, desde luego, es Cristo mismo, sentido y meta del universo[2]. Estando en Cristo estamos con él en todo lo que él hace, participando en ello según la vocación que nos ha sido dada.
Claramente para nosotros es el ora et labora, la vida contemplativa que sabe en lo que está metida porque no ignora la realidad y el centro de la realidad: Cristo mismo, en él tenemos el sentido de todo; en su Espíritu está el discernimiento que nos da prudencia y paciencia a la vez que la fuerza para hacer lo que se nos pide.
Empezamos por un camino estrecho, áspero y penoso[3], nos dice San Benito, aunque advierte que no busca eso de por sí, pero que abre el camino de la vida verdadera con una percepción de la realidad que nos libera porque nos lleva al encuentro con Cristo y en él con todo lo creado, enfrentando las turbulencias que nos tocan con corazón animoso en el camino de la conversión.
P. Plácido Álvarez.
[1] P. 120. Servicio y liberación, el ministerio del exorcistado según el P. Francisco Palau. Monte Carmelo, Burgos, 2003.
[2] Cf. Ef. 1, 15-16.
[3] Regla de San Benito, Prólogo v. 48. 46.
Comments