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Foto del escritorMonjes Trapenses

Oración unánime.




12 de julio del 2020.


San Cipriano de Cartago tratando el tema de la unidad de la Iglesia Católica, en el texto que escuchamos en la segunda lectura de Vigilias el miércoles de la semana pasada, presentó un par de temas que encontré relevantes para nuestro tiempo y nuestra situación. Él está dirigiéndose a la dificultad que crean las herejías y cismas tratando de ayudar a un discernimiento de qué constituye la verdadera fe y cómo se genera la convicción al respecto.

Desde el punto de vista monástico, no enfocado tanto en una problemática dogmática formal, sino en una vivencia de la fe, lo interesante es que él cimienta la unidad en la comunidad orante, por muy reducida que sea. Se basa en el texto de San Mateo:

Les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos[1].

Y San Cipriano añade: se concede mucho no a la multitud sino a la unanimidad de los suplicantes. Pero la unanimidad brota de la oración, porque donde dos o tres están reunidos en su nombre él está en medio, y están reunidos para orar. He aquí un elemento fundamental de nuestra vida.

Esto es de especial importancia para nosotros, somos tres pero no es eso lo fundamental sino la oración y ella unánime. Y después él añade otro elemento importante apoyándose en que el Señor ha dicho, que estaría con los sencillos y pacíficos, con los que temen a Dios y observan sus preceptos, aunque sólo sean dos o tres[2].

La referencia a los sencillos y pacíficos me parece ser una alusión a las bienaventuranzas[3], y todo ello nos apunta a la humildad de San Benito. Por lo demás, el llamado de nuestro patriarca a la oración en común o personal[4], o continua[5] es lo que constituye una comunidad centrada en Cristo y por lo tanto unida y en paz.

Los números no deben preocuparnos excesivamente sino la coherencia en el propósito fundamental: no anteponer nada al amor de Cristo[6]. Si esto sucede la unidad estará sobre base firme y se podrán hacer los mejores discernimientos.

San Cipriano asocia la paz y la unidad a la oración de los que rezan con un solo corazón y una sola alma por pocos que ellos sean; nada de esto es en el fondo extraño ni a San Benito ni a la tradición cisterciense, y todo tiene relación con la humildad que hace posible manejar cualquier diferencia y hace posible el perdón, no por acaso San Benito tiene como buena obra el reconciliarse antes de la puesta del sol con quien se haya tenido alguna discordia[7].

La unidad y la paz se basan no en encerrarse en sí mismo sino en la apertura a Dios en la oración, entonces los discernimientos con respecto a la voluntad de Dios serán más certeros y los resultados que puedan entenderse como fracasos se asumirán con más paz.

Pero lo esencial es vivir la vocación auténticamente, confiados en que lo que pueda suceder está en manos de Dios, y Dios no nos pide más.

P. Plácido Álvarez.

[1] 18, 19-20. [2] Texto de Cipriano. [3] Cf. Mateo 5, 3. 8-9. [4] Regla de San Benito, capítulo 52, 2.4. [5] Cf. Regla de San Benito prólogo 4. Capítulo 4, 56. [6] Regla de San Benito, capítulo 4,21. [7] Regla de San Benito, capítulo 4,73.

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